La forma en que los padres intentan controlarlo todo con sus
normas y sus frases sin sentido es un poco absurda, ya que para dormir nos
contaban cuentos que tiraban por la borda todo lo que ellos nos intentaban
inculcar.
Poniendo por ejemplo la frase típica, “con la comida no se juega”, y ahí tenemos a Pulgarcita que no
reparaba en despedazar pan y tirar las miguitas al suelo. Por otro lado tenemos
el: “hasta que seas mayor de edad mando
yo”, y ahí nos encontramos a caperucita haciendo un total caso omiso de su
madre cuando va a visitar a su abuelita. Luego está la puntualidad, que SIEMPRE
está varias horas por debajo de lo que
nosotros desearíamos, y para colmo tenemos que escuchar “te quiero a las # en casa, ni un minuto más tarde, y como no llegues,
prepárate” y ahí está Cenicienta, que no sólo llegaba a las 12 de la
madrugada, si no que su madrastra ni siquiera la había dejado salir, valla cara.
Aparte del horario de llegada a casa, está la hora para levantarse, y para romper
la norma, está la Bella Durmiente, que no es que se levante un día tarde, si no
que se pasa más de un día entero durmiendo, será vaga. Al margen de todo eso
están las órdenes indirectas respecto a los chicos, y para que no quepa duda de
que Blancanieves se pasaba esa orden por
el forro, no vivía con uno, sino con 7 tíos que se quedaron enanos de tantos
esteroides. Y muy cerca de las quebrantables normas sobre los chicos están las
exigencias sobre la vestimenta, y ahí tenemos a Betty Boop la que demuestra
cuanto le importaban esas normas vistiéndose como una auténtica fulana. Y luego
están las normas para todos, normas, que ellos también deberían cumplir, normas
como no pasearse desnudo o pasarse el límite de velocidad, normas que nadie les
había enseñado a Tarzán ni a Batman.
Pero no solo fallan en la elección de los cuentos, si no
también en la de las nanas, ya que intentaban que te durmieras cantando: “Duérmete niño, duérmete ya, que viene
el Coco y te comerá" y evidentemente, después de esa horrible
canción pretenden que te duermas, mientras que por tu mente pasa un claro
mensaje: Que va a venir quién a hacerme lo qué? Yo no me duermo ni de coña,
mejor me quedo despierto para darle un buen leñazo cuando venga o al menos para
poder gritar bien fuerte.
Después de los intentos fallidos por dormirte con los
cuentos o las nanas, están los intentos fallidos con la comida, con esa cuchara
que se dirige dando giros de un lado para el otro acompañado de un intento de
sonido de avión, que no te llega con tener que acabarte la asquerosa papa que
sabe dios que lleva, si no que aún por encima tienes que perseguir a la cuchara
que no para de dar vueltas, produciéndote un mareo que te cagas e intentando
esquivar las babas que se le escapaban al que te daba de comer mientras emitía
el “brrrrrrrrrrrrr” del avión, lo que hacía sin duda, la comida más insufrible.